Las cosas buenas siempre se acaban rápido. Como un kiwi. Todo en él es perfecto, su peculiar tacto al cogerlo, ese color verde que te atrae y la forma en la que parece que sus pepitas se colocan juguetonas al rededor de ese corazón blanco. Ese sabor, ácido y dulce a la vez, que se muy bien que es único y que por mucho que busque no encontraré otro igual, por eso hay que saber drisfrutarlo, saborearlo y aprovecharlo al máximo.
Lástima, no me acorde de que no duran mucho más de 3 bocados.
Nota: Comerme lentamente el próximo kiwi, tiene que dar tiempo a disfrutarlo más.
También te sigo, tocaya :) también me llaman Eme!
ResponderEliminarUn gusto encontrarme con tu rincón
un abrazo!